Performing Arco 2010
Actuación, memoria y reconstitución.
El concepto de desaparición aparece íntimamente ligado al de presencia en la definición de la práctica performativa. La resistencia a la objetualización traslada la subjetividad a un espacio de tránsito, ese presente inasible que sin embargo puede contener en sí tanto el pasado como la anticipación. Por ello la acción artística ha sido especialmente eficaz en hacer visibles las desapariciones: existe una coherencia entre el medio y el objeto, o más bien, entre el medio y la experiencia que se resiste a la objetualización tanto como a la representación.
Los desaparecidos, sean personas o relatos, quedan fuera de la historia, relegados al espacio de la memoria. La memoria se diferencia de la imaginación en la pretensión de realidad, de reconstitución. Sin embargo, comparte con ésta la presencia de lo ausente. Hacer presente lo ausente es, en cierto modo, retar el juego de la realidad actual, y en ese reto, imaginación y memoria pueden aliarse hasta el punto de que la ficción llegue a contaminar la reconstitución de lo desaparecido para conseguir el objetivo de la presencia. En contra de la definición más ortodoxa del arte de acción, que se aferraba a lo real, lo ficticio, incluso lo fabulesco vuelve a ser un instrumento de comprensión e intervención.
Imaginación y memoria comparten otra característica que las diferencian del conocimiento científico y de la historia: su proximidad al cuerpo, a lo sensible, su relación secundaria con la escritura. Unas décadas atrás parecía posible establecer una diferenciación clara entre historia y memoria basada en su relación respectivamente con la escritura (código) y la oralidad (corporalidad). Sin embargo, el lenguaje verbal ya no es dominante en nuestra construcción de la historia, porque cada vez lo es menos en nuestra comunicación cotidiana. La historia no tiene por qué ser escrita.
Al mismo tiempo que las prácticas performativas se desprenden de su fijación en lo corporal–orgánico (identificado en muchas ocasiones con lo real, lo presente, lo irrepresentable), los artistas descubren nuevos modos de poner en imágenes o/y en acción el conocimiento y la historia. Y esto afecta incluso a la historia misma de las prácticas performativas, a esa historia hasta hace poco imposible como no fuera a costa de traicionar la verdad del propio medio. El interés de numerosos artistas por la re-escenificación, la reconstitución o la reposición de piezas irrepetibles del pasado es sintomática de una nueva preocupación por pensar la historia desde la historia de la acción-actuación: la historia del cuerpo, de las gestualidades, de los modos de comunicación, la historia de las memorias y la historia de los proyectos. La reconstitución no contradice el "ser para la desaparición", más bien multiplica las desapariciones en un ejercicio de conocimiento.
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