Supermarionetas

 

En 1975, el director y artista polaco Tadeusz Kantor reconocía en su manifiesto El teatro de la muerte la aportación fundacional de Edward Gordon Craig: Su texto, El arte del teatro (1905) había definido un nuevo medio artístico que, siguiendo el modelo de las artes plásticas o la música, atribuía a un solo individuo la autoría de la obra escénica, arrebatándosela por tanto al dramaturgo y elevando al director escénico a la categoría de artista único, por encima de actores, escenógrafos y otros profesionales de la escena. Craig, que por mediación de Isadora Duncan había colaborado con Eleanora Duse en la puesta en escena de Rosmersholm en 1906, hizo suya la enfurecida declaración de la diva italiana contra los actores, la tomó al pie de la letra y la argumentó, convirtiendo así una provocación en una tesis que funcionaría durante todo el período de vanguardias. La argumentación era sencilla: dado que el “arte del teatro” es el del director, que reúne en sí todas las funciones anteriormente dispersas y es capaz de trabajar la escena como una materia única y dado que los actores están expuestos a la accidentalidad y a las emociones incontrolables, éstos no constituyen una materia adecuada para el director, y por tanto es preciso prescindir de ellos. [...]


 

Fernand Léger: Ballet mécanique (1924)
Kurt Schwitters: Ursonate (1922)
Francis Picabia: Portrait d’une jeune fille dans l’etat de nudité  (1915)
Oskar Schlemmer: Das Triadische Ballet (1922)
Alfonso Ponce de León. Accidente (1936)
 

 

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