Teatron II. La imagen y sus inscripciones

 

A principios del siglo XX, el cine asumió la función que en los anteriores se había atribuido al teatro: el de ser medio y modelo de una sociedad que se observa a sí misma. Sin embargo, las salas de cine nunca cumplieron la función de téatron: habría que esperar a la popularización de la televisión primero y de las redes virtuales después para encontrar un verdadero sustituto de ese espacio colectivo de exposición, comunicación y “distracción”. Televisión y redes amplían el ámbito de la teatralidad social. Ésta ya no tiene como escenario privilegiado la ciudad, sino que ocurre en un presente sin territorio. Lo que se produce es una duplicación o multiplicación de los mapas de comunicaciones que generan diversos niveles de teatralidad y performatividad superpuestos. La construcción de espectacularidad pasa a ser uno de los principales objetivos productivos de la sociedad capitalista, lo que se hace visible en todos los ámbitos: desde el privado al industrial. Las respuestas por parte del arte han sido muy diversas: desde una primera negativa a continuar produciendo imágenes o espectáculos, a una producción y recopilación frenética de materiales en un intento de comprender y criticar los mecanismos actuales de generación de espectacularidad, comunicación y discurso.

 

Javier Aguirre: Objetivo 40º (1967-1970)
Antoni Miralda: Paris. La Cumparsita (1972)
Öyvind Falström: Life-Curve Nº l, Ian Fleming (1967)
Nancy Spero: Codex Artaud (1971-72)
Harun Farocki: Trabajadores saliendo de la fábrica en once décadas (1996)
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